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martes, 15 de mayo de 2012

La contraria del pueblo

Esa soy yo...

En este mes de las madres y cuando todos los escritos que se encuentran en los medios impresos están dedicados a ellas pues yo prefiero publicar éste que me compartió mi hijo en el facebook.

Va para todos los "papis", incluyendo a los que les llaman así sin serlo jajajajajajaja

Padre, papá, papi 
¡Cómo era de bueno ser padre! 

 Hasta hace cosa de un siglo, los hijos acataban el cuarto mandamiento como si no fuera dictamen de Dios sino reglamento de la Federación de Fútbol. Imperaban normas estrictas de educación: nadie se sentaba a la mesa antes que el padre; nadie hablaba sin permiso del padre; nadie se levantaba si el padre no se había levantado; nadie repetía almuerzo, porque el padre solía dar buena cuenta de las bandejas: por algo era el padre... 

La madre ha constituido siempre el eje sentimental de la casa, pero el padre era la autoridad suprema. Cuando el padre miraba fijamente a la hija, esta abandonaba al novio, volvía a vestir falda larga y se metía de monja. A una orden suya, los hijos varones cortaban leña, alzaban bultos o se hacían matar en la guerra.

- Padre: ¿quiere usted que cargue las piedras en el carro y le dé de beber al buey? 

¡Qué berraquera era el padre! 

Todo empezó a cambiar hace unas siete décadas, cuando el padre dejó de ser el padre y se convirtió en el papá. El mero sustantivo era una derrota. Padre es palabra sólida, rocosa; papá es apelativo para oso de felpa o perro faldero. Demasiada confiancita. Además -segunda derrota- "papá" es una invitación al infame tuteo. Con el uso de "papá" el hijo se sintió autorizado para protestar, cosa que nunca había ocurrido cuando el padre era el padre: 

- ¡Pero, papá, me parece el colmo que no me prestes el carro...!


A diferencia del padre, el papá era tolerante. Permitía al hijo que fumara en su presencia, en vez de arrancarle de una bofetada el cigarrillo y media jeta, como hacía el padre en circunstancias parecidas. Los hijos empezaron a llevar amigos a casa y a organizar bailoteos y bebetas, mientras papá y mamá se desvelaban y comentaban: 

- Bueno, tranquiliza saber que están tomándose unos traguitos en casa y no en quién-sabe-dónde. 

El papá marcó un acercamiento generacional muy importante, algo que el padre desaconsejaba por completo. Los hijos empezaron a comer en la sala mirando el televisor, mientras papá y mamá lo hacían solos en la mesa. Y a coger el teléfono sin permiso, y a sustraer billetes de la cartera de papá, y a usar sus mejores camisas. La hija, a salir con pretendientes sin chaperón y a exigirle al papá que no hiciera mala cara al insoportable novio y en vez de "señor González", como habría hecho el padre, lo llamara "Tato". 

Papá seguía siendo la autoridad de la casa, pero bastante maltrecha. Nada comparable a la figura procera del padre. Era, en fin, un tipo querido, de lavar y planchar, a quien acudir en busca de consejo o plata prestada. 

Y entonces vino papi. 

Papi es invento reciente, de los últimos 20 o 30 años. Descendiente menguado y raquítico de padre y de papá, ya ni siquiera se le consulta o se le solicita, sino que se le notifica. 

- Papi, me llevo el carro, dame para gasolina... 

A papi lo sacan de todo. Le ordenan que se vaya a cine con mami cuando los niños tienen fiesta y que entren en silencio por la puerta de atrás. Tiene prohibido preguntar a la nena quién es ese tipo despeinado que desayuna descalzo en la cocina. A papi le quitan todo: la tarjeta de crédito, la ropa, el turno para ducharse, la rasuradora eléctrica, el computador, las llaves... 

Lo tutean, pero siempre en plan de regaño: 

- Tú sí eres la embarrada, ¿no papi? 

- ¡Papi, no me vuelvas a llamar "chiquita" delante de Jonathan 

Aquel respeto que inspiraba padre, con papá se transformó en confiancita y se ha vuelto franco abuso con papi: 

- Oye, papi, me estás dejando acabar el whisky, marica... 

No sé qué seguirá de papi hacia abajo. Supongo que la esclavitud o el destierro. Yo estoy aterrado porque, después de haber sido nieto de padre, hijo de papá y papi de hijos, mis nietas han empezado a llamarme "bebé". 

Por Daniel Samper Pizano

jueves, 10 de mayo de 2012

Recuerdos, emociones, lo que sea...

La semana pasada fueron las fiestas de la Santa Cruz en la ciudad donde vivo, en el marco de las festividades el fin de semana estuvo destinado a una feria artesanal con tinte medieval.

Me avergüenza confesarlo pero para esta clase de cosas parezco una niña. Si por mí fuera me quedaría todo el día mirando con lupa cada puesto; probando cada vianda de las ofrecidas; embriagándome de cada uno de los olores de los sahumerios y esencias que vendían; no hubiera contenido mis lágrimas cuando no encontramos boletas para entrar al espectáculo del torneo medieval; en fin, que me la hubiera gozado a tope y no recorriéndola casi a las carreras porque a mis acompañantes les apetecía ir a otra parte, a un concierto que tampoco alcanzamos.

Pero retomando la feria artesanal, cual sería mi sorpresa cuando entre los diferentes puestos encontré uno que además de pequeños bolsos, sandalias, pulseras y pendientes, había MOLAS!!!!!

No me lo podía creer. ¿Molas en España? 

Le digo a la hija de mi amiga -Mira A éstas son las molas, que hacen los indios Emberas de Necoclí-
El artesano me corrige: -Son los Kunas
-Sí, claro, esos también, pero en Necoclí, en Caimán Nuevo están los Emberá. ¿Eres colombiano?-
-De Cali-
-Yo soy de Medellín y pasé todas mis vacaciones en Necoclí durante 20 años, así que te gano jajajajaja-

A la charla se suman su compañera y mi adosado que son españoles y empezamos a conversar sobre Colombia y el deseo de todos de volver a radicarnos allí, sobre todo con la crisis galopante que tenemos ahora aquí y la situación cada vez mejor que se vive allá. 
Mi adosado les cuenta de como disfrutó el Carnaval de Barranquilla y que no ve la hora de que le vuelvan a hacer el tripichín y M la artesana española nos relata sus peripecias cuando visitó mi país en 2004. Y al ir enumerando ciudades y pueblos menciona Paz del Río y yo me quedo con los ojos como platos.
-¿Paz del Río en Boyacá?
-Sí, todo el departamento de Boyacá me pareció precioso!!!

Entonces ya no pude reprimirme, ya no importó que se burlaran de mí porque me emociono por cualquier chorrada y me parezco a la jurado del programa "Tú si que vales" que llora por todo.
Se me encharcaron los ojos y la abracé. Me parecía mentira que me hubiera encontrado en la cola del mundo con una española que visitó el pueblo donde nací y al que no he vuelto hace más de 30 años...

martes, 8 de mayo de 2012

Época Colonial

Varias veces he dicho que soy india, (latinoamericana, no hindú) y casi siempre me comporto como tal.
Soy confiada, me creo todo lo que me dicen; soy cariñosa, familiar; alegre y curiosa por mencionar sólo algunos de mis rasgos característicos.

Cuando los españoles descubrieron América lo que principalmente les llamó su atención fue el oro. En la época de la conquista, les cambiaban a los indígenas espejitos y baratijas por su oro. Los indígenas se maravillaban con todo lo que los españoles traían. Nunca habían visto caballos, ni vehículos de guerra, ni mucho menos oír el estruendo de la pólvora. Si los conquistadores hubieran querido, los mayas, incas y chibchas les hubieran entregado tranquilamente todas sus riquezas: oro, plata, esmeraldas y demás piedras preciosas que tanto ansiaban, a cambio de un puñado de caballos y varios espejitos.

Pero los españoles no entendieron a los indios y en vez de hacer un intercambio cultural pacífico, los esclavizaron, los despojaron de todo lo que tenían y prácticamente los aniquilaron. Pasaron de conquistarlos con regalos baratos a colonizarlos con maltrato.

Recién llegada lo llamaba al móvil para preguntarle como iba su día -hola mi vida ¿cómo vas?- Y él me respondía: -¿Qué pasa?- Y yo asombrada por su tono de voz cortante le decía que nada, que sólo llamaba para decirle que lo quería y que lo echaba de menos, así apenas hace un par de horas no lo viera; y luego de colgar lloraba hasta que se me secaban los ojos. 
Recordaba cuando en la época de la conquista era él el que me llamaba a mí y durábamos horas hablando por teléfono. Así que decidí no volver a llamarlo para no incomodarlo.
El otro día mientras esperábamos a que comenzara un evento al que estábamos invitados le dije: -tómame una foto- y me contestó: -No empecemos...- haciéndome una mueca que no necesitó decir más.
Y recordé cuando estábamos en la época de la conquista, cuando me tomaba fotos a cada instante y en todas las poses.
Al día siguiente el cabreo fue porque me embobé retocando una foto practicando lo que estoy aprendiendo en mi curso de photoshop. -También le cogeré manía al photoshop- me dijo, así como se la cogió al Messenger. 
Pero antes, en la época de la conquista, nos sorprendía el amanecer chateando. 

En fin, que ahora estamos en época colonial y hay que adaptarse a los nuevos tiempos. 
TODO PASA y ya llegará el día de la INDEPENDENCIA!!!