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miércoles, 29 de agosto de 2012

Cerrando Ciclos


 "No siento ya como antes... 
He tratado de sentir lo mismo pero he fallado. 
La vida tiene espinas, tiene rosas, 
tiene cosas dolorosas como irme de tu lado."


El pasado fin de semana estuve en una boda, la que como todas, dio mucho de sí.
Me enteré de chismes, me encontré con personas muy queridas para mí y uno que otro indeseable, nos gastamos hasta lo que no teníamos, en fin, lo típico de esta clase de eventos sociales.

Pero lo que me hace escribir no es contar mi experiencia en este bodorrio sino lo que me dejó pensando.

Los novios comienzan un nuevo ciclo en sus vidas y puede que con el rito celebrado se fortalezca su relación de pareja, o no... 
Me encontré con otras parejas a las que asistí a su boda y me alegró ver que están en el ciclo de crear vida pues unos ya tienen bebé y otros se encuentran en la dulce espera; pero también me enteré que hay otra pareja que al parecer están en el ciclo de fagocitarse mutuamente, ya que nadie se explica porqué siguen juntos, tal vez por el qué dirán, o a lo mejor son felices así, tirándose los trastos a la cabeza cada vez que pueden.


El caso es que por variar, miré por el retrovisor y pensé que yo he cerrado varios ciclos y ahora estoy cerrando otros tantos. En este momento de mi vida ya varias personas y situaciones no encajan en ella. 
Me serené, (demasiado para mi gusto) me volví racional, tranquila, y por mucho que he tratado de recuperar ese puntito picante, ya mi ser no está para esos trotes.
Ahora no me desgasto en discusiones bizantinas, no se me va el día imaginando lo que no pudo ser o soñando con lo inalcanzable, ya no lloro. Creo que ya fijé el polo a tierra.

Lo pasado, pasado. Me demoré para hacerlo, pero por fin pasé página...

jueves, 23 de agosto de 2012

Una chorrada de verano

Cuando puedo, me gusta leer de un autor su primera y más reciente obra, así puedo comparar si su estilo ha variado con el paso del tiempo, si a mi modesto juicio ha mejorado, o simplemente compruebo en la contraportada de los libros si como a cualquier mortal, el transcurrir de los años es igual para él.

Ahora estoy leyendo a Haruki Murakami pues llevaba tiempo sin leer autores japoneses, que tampoco es que haya leído mucho, sólo otros dos: Yasunari Kawabata y Kazuo Ishiguro.

Volviendo a Murakami, encontré que en su primera obra tenía una muletilla pegada: "la mar de..." Ella estaba la mar de tranquila, el traje le quedaba la mar de bien, la comida fue la mar de buena y así para casi todo, no sé si será error de traducción o efectivamente en su idioma adolece de la muletilla y la tradujeron con esa expresión.
También hubo otra cosa que me llamó la atención y es que en las dos obras (La caza del carnero salvaje y 19Q4) tiene una fascinación rara por las orejas. En la primera, las orejas son de una belleza que obnubila, y en la segunda, son horrorosas; lo curioso es que los dos personajes las esconden, una porque es consciente de la fascinación que provoca y la otra por lo feas que son.

En fin, que como el calor me da por hacer chorradas aquí les dejo mis orejas a ver que tal les parecen...


martes, 14 de agosto de 2012

Hablando de Enamoramientos...

Al hilo del post anterior y con algo que me comentó Sergio, me acordé de uno de esos “enamoramientos” que trascienden a los directamente involucrados, o afectados, dependiendo del cristal con que se mire… 

Siempre se me han pegado las cobijas, desde que tengo memoria me ha costado un montón levantarme temprano, y para mi desgracia, la mayoría de los jefes que tuve (por no decir todos), eran madrugadores. Así que tengo en mi haber de trayectoria profesional como funcionaria pública, las excusas más disparatadas e inverosímiles para justificar mis llegadas tarde a la oficina; desde un trancón en la autopista (que en Medellín lo llamamos “taco”) hasta decir que estaba enferma o en un velorio. Por suerte para mí, o fui demasiado convincente, o mis jefes se dieron al dolor de que yo siempre llegaba tarde 15 o 20 minutos y lo dejaron pasar. 

Pero volviendo al tema de los enamoramientos, tuve un jefe al que aprecié y admiré mucho profesionalmente hablando, el cual desde que llegó a la Institución venía con el claro propósito de tener “un enamoramiento laboral”. 

Me concedió una entrevista antes de posesionarse en el cargo para conocer mi versión de una reubicación de puesto del cual yo había sido víctima, ya que me habían trasladado de la Oficina Jurídica a otra Dirección, (en plan castigo) por algo que ni había hecho, ni en lo que tenía nada que ver, y él quería asegurarse como eran los hechos en realidad, enterándose de primera mano de las dos versiones. 
Congeniamos desde el primer momento y no sé porqué desde ese mismo instante en que nos conocimos tuvimos una complicidad que si bien nunca trascendió el ámbito profesional, si dio pie para varias confidencias a nivel personal. 

Una vez instalado me volvió a citar a su despacho. Pensé que era para solicitarme algún informe de actividades o para indicarme algo, lo normal en estos casos, pero cual sería mi sorpresa cuando me espetó la siguiente pregunta: -¿Cuántas funcionarias buenas hay aquí?- A lo que le contesté que contaba con el mejor personal y el más calificado en su materia, que no sólo las mujeres eran buenas, también los hombres se desempeñaban muy bien. Soltó una carcajada que se escuchó en todo el edificio. –No me has entendido. Me refiero a cuales son las funcionarias de buen ver y a las que les pueda caer.- 
Yo alucinaba pepinos en colores y lo miraba con ojos desorbitados, pero reponiéndome rápidamente de mi asombro le hice un listado de las cinco o seis que yo consideraba las más guapas y dispuestas a mantener un “affaire” con el jefe. Tomó atenta nota, me preguntó por el estado civil de todas y me dijo que porque no me había incluido en la lista. Le respondí que él no era mi tipo. Volvió a reírse con ganas y me dijo que me fuera a trabajar. 

Al cabo de un mes se corrió el rumor que ya le había tirado los tejos a cuatro de la lista, pero que todas, unas con más tacto que otras, lo habían mandado a freír espárragos. Hasta que le llegó el turno a B (por algo dicen que no hay quinto malo) y ahí sí ardió Troya…

Comenzaron el romance más sonado y vistoso de todos los que hubo en aquella Institución. No sólo por la forma metódica con que él la buscó y conquistó, sino porque además de él ser el jefe máximo y estar casado, ella era de las más jóvenes y nuevas funcionarias que había en ese momento. Así que la mayoría decía: “Pobrecita, es que claro, como está recién llegada y es tan sardina, no sabe como es la movida aquí”. Pero lo curioso es que nadie se escandalizaba y hasta nos parecía divertido poder ver a un jefe comportándose como un quinceañero. 

La única a la que no le hacía gracia el romance era a M, la secretaria del jefe, pues llevaba toda su vida acostumbrada a mandar en la sombra manejándole la agenda a los jefes y éste no tenía problema en recibir a su enamorada a la hora que fuera y sin cita previa, aparcando si era necesario para el efecto, cualquier reunión por importante que fuera. Hasta una vez creo que hizo esperar al Gobernador del Departamento antes que privarse de un beso apasionado de B. 

Yo por aquel entonces entre mis funciones tenía la de apoyar jurídicamente unas capacitaciones que se daban a los Municipios en materia de inspección, vigilancia y control de medicamentos y alimentos y ya varios nos la habían solicitado; pero en la dirección financiera no querían darnos la disponibilidad presupuestal para los viáticos de los funcionarios que íbamos a ir, y para colmo de males, el director de vigilancia y control tampoco estaba por la labor, al igual que la secretaria del jefe que siempre nos daba excusas de agenda para concertarnos una cita con él. Así que le dije a la coordinadora del grupo de alimentos y medicamentos: -Como no queda de otra, pidamos el favor a B que nos consiga la cita, ella que tiene línea directa con el jefe nos puede ayudar con ésto si quiere.- Así lo hicimos y para mi INRI, nos dio la cita a las 6 A.M., cuando mi horario de ingreso era a las 7:30 A.M. y yo llegaba casi a las 8. -¿Qué? ¿El doctor fue que se embobó?-, les dije cuando me vinieron con la noticia. -Sólo puede a esa hora, lo toma o lo deja-. 

Sobra decir que no llegué puntual. B y S ya estaban que se subían por las paredes temiendo que nos cancelara la cita por mi retraso, pero yo conozco mi gente y sabía que el jefe no desperdiciaría la oportunidad de empezar el día viendo a “su enamorada”. 
No se cortó ni un pelo cuando entramos a su despacho y literalmente se abalanzó sobre B y la besó en la boca apasionadamente. S y yo cruzamos unas miradas cómplices. Él estaba oyendo boleros y rancheras y la reunión transcurrió con aquella música de fondo. 
De pronto nos interrumpía para tararear alguna de las canciones y dedicársela a B. Nosotras (S y yo) pasamos de miradas cómplices a miradas de mortificación y casi histéricas al verlos a ellos que estaban como en otro mundo, “su mundo”. Hasta que no aguanté más y le dije con todo descaro: -“Doctor, nosotras lo único que necesitamos es que nos firme este memorando dando su autorización para los viáticos, estampe su firma aquí y los dejamos tranquilos que cuatro somos multitud.” 
Se rió con gana pero firmó inmediatamente. En ese momento sonó “Nos estorbó la ropa” de Vicente Fernández y él le subió al volumen mientras miraba a B con ojos soñadores. 

S y yo salimos sin siquiera despedirnos, total estábamos sobrando desde que entramos…

domingo, 12 de agosto de 2012

Los Enamoramientos - Javier Marías

Ya he dicho varias veces que estoy de un vago exagerado, así que mientras me recompongo y me dan ganas de derramarme en prosa, les dejo este par de extractos que tomé de la novela de Javier Marías "Los Enamoramientos" para que reflexionemos sobre el tema y si se animan me dejen su punto de vista al respecto en los comentarios.


Los Enamoramientos – Javier Marías

“Vamos aprendiendo que lo que nos pareció gravísimo llegará un día en que nos resulte neutro, sólo un hecho, sólo un dato. Que la persona sin la que no podíamos estar y por la que no dormíamos, sin la que no concebíamos nuestra existencia, de cuyas palabras y de cuya presencia dependíamos día tras día, llegará un momento en que ni siquiera nos ocupará un pensamiento, y cuando nos lo ocupe, de tarde en tarde, será para un encogimiento de hombros, y a lo más que alcanzará ese pensamiento será a preguntarse un segundo: “¿Qué se habrá hecho de ella?”, sin preocupación ninguna, sin curiosidad siquiera. ¿Qué nos importa hoy la suerte de nuestra primera novia, cuya llamada o el encuentro con ella esperábamos anhelantemente? ¿Qué nos importa, incluso, la suerte de la penúltima, si hace ya un año que no la vemos? ¿Qué nos importan los amigos del colegio, y los de la Universidad, y los siguientes, pese a que giraran en torno a ellos larguísimos tramos de nuestra existencia que parecían no ir a terminarse nunca? ¿Qué nos importan los que se desgajan, los que se van, los que nos dan la espalda y se apartan, los que dejamos caer y convertimos en invisibles, en meros nombres que sólo recordamos cuando por azar vuelven a alcanzar nuestros oídos, los que se mueren y así nos desertan? No sé, mi madre murió hace veinticinco años, y aunque me siento obligado a que me dé tristeza pensarlo, y hasta me la acabe dando cada vez que lo hago, soy incapaz de recuperar la que sentí entonces, no digamos de llorar como me tocó hacerlo entonces. Ahora es sólo un hecho: mi madre murió hace veinticinco años, y yo soy sin madre desde aquel momento. Es parte de mí, simplemente, es un dato que me configura, entre otros muchos: soy sin madre desde joven, eso es todo o casi todo, lo mismo que soy soltero o que otros son huérfanos desde la infancia, o son hijos únicos, o el pequeño de siete hermanos, o descienden de un militar, o de un médico o de un delincuente, que más da, a la larga todos son datos y nada tiene demasiada importancia, cada cosa que nos sucede o que nos precede cabe en un par de líneas de un relato.”


“Cuando alguien está enamorado, o más precisamente cuando lo está una mujer y además es al principio y el enamoramiento todavía posee el atractivo de la revelación, por lo general somos capaces de interesarnos por cualquier asunto que interese o del que nos hable el que amamos. No solamente de fingirlo para agradarle o para conquistarlo o para asentar nuestra frágil plaza, que también, sino de prestar verdadera atención y dejarnos contagiar de veras por lo que quiera que él sienta y transmita, entusiasmo, aversión, simpatía, temor, preocupación o hasta obsesión. No digamos de acompañarlo en sus reflexiones improvisadas, que son las que más atan y arrastran porque asistimos a su nacimiento y las empujamos, y las vemos desperezarse y vacilar y tropezar. De pronto nos apasionan cosas a las que jamás habíamos dedicado un pensamiento, cogemos insospechadas manías, nos fijamos en detalles que nos habían pasado inadvertidos y que nuestra percepción habría seguido omitiendo hasta el final de nuestros días, centramos nuestras energías en cuestiones que no nos afectan más que vicariamente o por hechizo o contaminación, como si decidiéramos vivir en una pantalla o en un escenario o en el interior de una novela, en un mundo ajeno de ficción que nos absorbe y entretiene más que el nuestro real, el cual dejamos temporalmente en suspenso o en un segundo lugar,  de paso descansamos de él (nada tan tentador como entregarse a otro, aunque sólo sea con la imaginación, y hacer nuestros sus problemas y sumergirnos en su existencia, que al no ser la nuestra ya es más leve por eso). Tal vez sea excesivo expresarlo así, pero nos ponemos inicialmente al servicio de quien nos ha dado por querer, o por lo menos a su disposición, y la mayoría lo hacemos sin malicia, esto es, ignorando que llegará un día, si nos afianzamos y nos sentimos firmes, en que él nos mirará desilusionado y perplejo al comprobar que en realidad nos trae sin cuidado lo que antaño nos sucitaba emoción, que nos aburre lo que nos cuenta sin que él haya variado de temas ni éstos hayan perdido interés. Será sólo que hemos dejado de esforzarnos en nuestro entusiasta querer inaugural, no que fingiéramos y fuéramos falsas desde el primer instante. Con Leopoldo nunca hubo un ápice de ese esfuerzo, porque tampoco lo hubo de ese voluntarioso e ingenuo e incondicional querer; sí en cambio con Diaz-Varela, con quien me volqué intimamente –es decir, con prudencia y sin agobiarlo, ni casi hacérselo notar- pese a saber de antemano que él no podría corresponderme, que él estaba a su vez al servicio de Luisa y que además llevaba por fuerza mucho tiempo esperando su oportunidad.”

jueves, 9 de agosto de 2012

Me hiciste sufrir tanto...


Cuando me di cuenta sentí una tristeza que todavía no puedo contener las lágrimas... JAJAJAJAJAJAJA

miércoles, 1 de agosto de 2012

Se me creció el enano...

HOY ES UN DIA MUY ESPECIAL, MI HIJO EL SER QUE MAS AMO, CUMPLE 21 AÑOS... 

Hace la bobadita de 19 años, cuando trabajaba en la Personería de Medellín participé en un taller de expresión oral y escrita; tuve la fortuna que mi ejercicio de escritura fue seleccionado para publicarlo en los colegios de Medellín, ésto con el fin que sirviera de instrucción a las adolescentes y prevenir además de enfermedades de transmisión sexual y embarazos no deseados, principalmente los abortos; también enseñarles el valor de la vida y que pueden escoger otra opción, por cuanto es el relato de mi experiencia mientras estuve embarazada de mi hijo. (yo prefiero llamarlo la dulce espera) 

Hoy que cumple mi hijo 21 años y que no lo tengo junto a mí, toda vez que estoy radicada en España y él se quedó viviendo en la bella villa, pensé que nada mejor de regalo (además de lo que le mande, pues no perdona el vil metal. Es broma gordo!!!) que dedicarle esta entrada de mi blog, cambiar la música de fondo por algo de Metallica que es su grupo de rock preferido y dejar de lado la melancolía que me embargaba estos días. 

Así que sin más preámbulos, les transcribo el inicio y final de mi escrito, en otra oportunidad con más tiempo y espacio de pronto me animo a publicarlo completo.

ESPERANDO A JUAN ESTEBAN 

20 de noviembre 
Tengo un retraso de tres días y aunque científicamente no me han confirmado que estoy embarazada, estoy plenamente segura que es así. Siento una emoción creciente que me va envolviendo, que se apodera de mí y no me permite pensar en otra cosa sino en esa realidad que se ha estrellado de golpe contra mi vientre. En mis planes no había estado nunca un hijo, pero él se apareció de pronto y empieza a llenar mi cuerpo de su presencia, pronto no sólo será mi cuerpo el que estará invadido por él, sino mi vida entera. 

1 de agosto 
Ni siquiera pude dormir anoche, mi bebé no se mueve desde el martes, yo le hablo, le doy masajes, le pongo música, pero nada, entonces despierto a John casi al borde de un ataque de histeria, -¡Se murió mi bebé y nadie me prestó atención, yo sabía que no era tapón mucoso, yo sabía que era agua lo que me estaba saliendo, se quedó sin líquido amniótico y ahora está muerto, se ahogó!, -Cálmate, estás muy alterada y eso no te hace bien ni a ti ni al bebé, -¡Ya al bebé no le importa como me pueda sentir, si lo dejé morir!, debí ser más persistente, hacerme examinar y no quedarme con una simple consulta telefónica cuando tuve mis dudas, -Arréglate pronto y nos vamos ya para donde la doctora. Entramos sin tener cita, a pesar de que había muchas pacientes en la sala de espera, ella nos hizo seguir a nosotros primero, me examinó detenidamente y concluyó lo que yo ya sabía, reventé fuente hace casi una semana y el cuello del útero no ha dilatado ni un milímetro, me programó cesárea de inmediato, debo de estar en la clínica a las 3:00 p.m. y sólo puedo beber agua el resto del día, por fortuna parece que mi bebé aún está bien y eso me tranquiliza un poco. Llego a empacar mis cosas y las del bebé, todos los simulacros que hicimos preparándonos para este día y nada salió como lo teníamos previsto, una cesárea no estaba en mis planes, pero es eso o que mi bebé se muera. Nos acompañó a la clínica María Elena, la que va a ser la madrina, están tan nerviosos John y ella que lo primero que echan en la pañalera es media botella de aguardiente, los miro aterrada pero no digo nada. A las 5:00 p.m. me llevan a cirugía, tengo tanto miedo y al cerrarse la puerta de la sala me quedo infinitamente sola, John me dice adiós y deja su mano levantada como para hacerme saber que aunque no esté físicamente conmigo, él está ahí, cerca de mí, acompañándome. Me tienen que poner dosis extra de anestesia, creo que es por lo nerviosa que estoy, no puedo ver mi vientre pues han colocado un parapeto sobre mi pecho que me impide hasta moverme, el anestesiólogo está a mi lado y aprieto su mano con fuerza, creo que se la voy a partir pero sólo me susurra al oído palabras de aliento, todos tratan de hacer de la cirugía algo muy agradable, pero yo todavía no logro calmarme, por fin a las 5:30 p.m. escucho el llanto de mi bebé, ¡ES UN NIÑO! Como lo había intuido desde el principio, el anestesiólogo marca a la habitación y John también puede escuchar el primer llanto de Juan Esteban, los dos lloramos de emoción y él me dice: -Es el mejor regalo que me has podido dar-, contesto: -Te amo mucho, y él -Yo los amo a los dos.

Gordo espero que te guste y recuerdes que te amo desde el primer momento en que presentí tu presencia y siempre te amaré pase lo que pase. 
Annie Madre